El 2 de mayo de cada año se celebra el Día de la Comunidad de Madrid, la fiesta regional de esta comunidad autónoma de España.
Con ella se conmemora el levantamiento del 2 de mayo
En la entrada, una llama votiva sobre un pebetero |
Participamos activamente en la celebración de unos acontecimientos dignos de recordar y que ensalzan al pueblo de Madrid en estrecha colaboración con el Regimiento de Voluntarios de Madrid en una remembranza de aquellos sucesos, en ofrendas florales en los monumentos que en Madrid recuerdan aquellos héroes en la Plaza del 2 de Mayo.
En el antiguo Camino del Molino Quemado, ahora Calle de Francisco y Jacinto Alcántara(fundador de la Escuela de Cerámica situada junto al cementerio) se erigió en el año 1798 el Cementerio de la Florida, a iniciativa de la Casa Real para destinarlo a sus empleados y familiares.
Tras una sencilla cruz de hierro sobre columna pétrea, accedemos a la parte más sagrada, un patio castellano con una reproducción en cerámica de Los desenterramientos de la Florida, donde rendimos homenaje rindiendo honores y ofrenda floral a los cuarenta y tres madrileños fusilados en
RECREACIÓN Y HOMENAJE A JUAN SUÁREZ, ÚNICO SOBREVIVIENTE
Recreación personajes Juan Suárez y Manuela Malasaña |
Hasta él
conducen también al soldado miembro de los Voluntarios del Estado Manuel García
con las manos atadas a la espalda, entre un piquete francés, al ser detenido
por batirse y participar en la defensa del Parque de Artillería de Monteleón
atendiendo uno de los cañones a las órdenes del teniente Pedro Ruiz, colocándole
junto al grupo de presos civiles que estábamos atados entre bayonetas, a la
intemperie.
En ese
momento nos reconocimos después de estar juntos. ¿Qué van a hacer con
nosotros? pregunto al soldado, pueden que nos fusilen, y puede que no a lo que
señalando a los centinelas franceses comenta, -Pues éstos nos van a mear, y
bien.
Son las
cuatro de la mañana y aún es noche cerrada, la lluvia salpica por todas partes
en la oscuridad y nos conducen frente al cuartel del Prado Nuevo a un
descampado de la montaña del Príncipe Pío; cuarenta y cuatro hombres maniatados
solos, por parejas o en reatas de cuatro o cinco ligados en una misma cuerda.
Atado entre el
soldado de Voluntarios del Estado Manuel García y el banderillero Gabriel López
observo con recelo el pelotón de soldados franceses formados en tres filas. Son
marinos de la Guardia, dice García que por su oficio conoce los uniformes.
Segundo ataque tropas francesas |
Voluntarios de Madrid y Civiles defienden el Parque de Artillería Monteleón |
¿Qué pasa
pregunta el banderillero espantado? Pasa que se acabó murmura lucido Manuel.
Muchos advierten lo que está a punto de ocurrir y caen de rodillas, suplicando,
maldiciendo -¡Hijos de putas!....
¡Gabachos de mierda!.
Descarga de fusilería francesa |
Mientras
escucho a uno de los presos el único sacerdote que hay entre nosotros, rezar en
voz alta, otros menos resignados, gritan asesinos por España… por el Rey. Suena
una orden francesa y levantan los fusiles, apuntas y una descarga cerrada abate
al primer grupo.
Amarrado a Manuel García y a Gabriel López me veo empujado contra el talud y obligado a arrodillarme a golpes de culata y pinchazos de bayoneta y un nuevo rosario de tiros, cuyo resplandor se fragmenta y multiplica en las ráfagas de lluvia, salpica la escena. Entre la lluvia
El
rosario de fogonazos me deslumbra y siento el plomo golpear a mi espalda en la
tierra, tropiezo con los muertos y agonizantes, resbalando en el barro y la
sangre. Me revuelvo con un espasmo
angustiado y de pronto siento las manos libres y tras mirar incrédulo
mis muñecas libres , aparto a manotadas a los hombres que aun me rodean y
pisoteando cadáveres y moribundos, lodo y sangre, corro despavorido hacia la
oscuridad, veloz y afortunado, entre manos que intentan retenerme, voces,
fogonazos de tiros que me rozan a quemarropa.
Fusilamientos 3 de Mayo 1808 |
La noche
se torna en tinieblas y de pronto caigo al suelo y ruedo por la cuesta de una
hondonada y llego magullado y sin aliento hasta una tapia alta. De nuevo oigo
voces de franceses que corren detrás y me dan alcance. – Arrête, salaud! (Párate canalla, sucio)—Viens ici (Ven aquí), suenan
más tiros zumbando cerca. Salto con un gemido de dolor y me agarro a lo alto de
la tapia y trepo como puedo.
Mis perseguidores intentan agarrarme por las
piernas pero pataleando logro escapar, aunque siento los golpes de un sable que
me hiere en el muslo, un hombro y en la cabeza, caigo vivo al otro lado y sigo
corriendo a ciegas.
A las
cinco amanece, ha dejado de llover y llego extenuado y malherido a la Iglesia
de San Antonio de la Florida, donde me recogen y me curan de las heridas.
Tras unos días, regreso a mi casa en la Calle Barquillo para recoger a mi familia y viajar a Bailen y seguir luchando contra las tropas invasoras francesas de Napoleón y salvando el honor de los españoles.
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